El país más pobre de América del Sur ha reducido su mortandad infantil en un 45 por ciento en cinco años. Ayudado por agencias internacionales y con el beneplácito del gobierno, treinta nuevos bebés al día saben que van a tener futuro.
Convencer a las autoridades de la necesidad de invertir en salud, educación y todo lo que afecte a los derechos de la infancia es vital, pero para poder llegar a la población de las zonas rurales hay que encontrar un equilibrio entre la medicina moderna y la tradicional.