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  1. José González-Alberto Jiménez
    José González-Alberto Jiménez

Dentro de poco, cuando su dueño consiga dar salida a todo el material que tiene en el local, cerrará la última imprenta situada en el llamado Barrio de las Letras de Madrid. José González-Alberto Jiménez, tipógrafo e impresor, no puede hacer frente a los cambios tecnológicos que se han producido en este sector, no ha encontrado su espacio ni la forma de continuar con su tradicional oficio en nuestros días. Se acaba así la historia de una imprenta con un largo camino recorrido. En un cartel que José ha colgado en su local y que ha titulado “Imprenta Alberto. Su pequeña historia” se resume la vida de este lugar y de las personas que en él trabajaron.  

“La imprenta fue fundada en 1878 por Don Balbino Cerrada Sanz y tuvo su primera ubicación en la Plaza de Matute, número 6. Posteriormente el dueño se la traspasó, con la maquinaria y toda la clientela, a su sobrina, Doña Obdulia Barbadillo Cerrada, y al marido de ésta, Don Mariano González Alberto Contreras. Tuvo entonces nuevo emplazamiento en la Costanilla de los Desamparados, número 9, bajo izquierda. Los dueños encargaron su gestión a su hijo, José González-Alberto Barbadillo, hasta 1937, fecha del fallecimiento de éste en el Frente Popular de Madrid. En 1939 la imprenta fue trasladad a la Calle Moratín, 17. Fue el hermano Don Mariano González-Alberto Barbadillo, quien asumió el negocio, para lo que tuvo que abandonar sus estudios de ingeniería industrial. Continuó al frente de la imprenta hasta su fallecimiento en 1993, y desde ese momento su hijo José González-Alberto Jiménez ha sido el responsable del negocio.

Quiero dar las gracias a todos los clientes que a lo largo de todo este tiempo han brindado su apoyo, amistad y confianza a esta pequeña y humilde imprenta familiar.

Agradezco sinceramente a grandes artistas que ha pasado por esta imprenta: ROSA BIADIU, CLARA JANÉS, PALOMA PALAO, ANTONIO CLAROS, JAVIER SOLOGUREN, JAIME SILES, CARLOS GERMÁN BELLI, ANÍBAL NÚÑEZ, MAURO ARMIÑO, ANTONIO CARBAJAL, ALFONSO CANALES, JOSÉ MIGUEL ULLÁN, MERCÉ MONMANY, AGUSTÍN VILLAR, RAFAEL JUÁREZ, JOAQUÍN PUIG, JUAN EDUARDO CIRLOT, JULIA CASTILLO, LUIS ALBERTO DE CUENCA, JUAN PERUCHO, JOSÉ ÁNGEL VALENTE, ANTONIO MARTÍNEZ SARRIÓN, JOSÉ LUIS JOVER, IGNACIO PRAT, ANTONIO SANTOS, FRANCISCO BRINES, CÉSAR NICOLÁS, ELENA SAINZ MORENO, VERÓNICA ORTIZ, ETC…”

Esta expresión, que actualmente alude a quienes participaron en los inicios de una tarea común y se utiliza de forma coloquial para referirse a los mayores, proviene de la Vieja Guardia napoleónica, los "grognards" (gruñones), que eran los soldados más veteranos, los que habían luchado con el emperador desde el principio.

Yo nací con los pies planos y, tras 14 años con plantillas y zapatos ortopédicos, conseguí poder corregir este problema, andar con normalidad y practicar deporte. El ortopeda que lo consiguió tenía su clínica al lado de esta cervecería. Siempre, después de mis citas médicas, quien me hubiera acompañado y yo nos tomábamos algo en este local. Mis padres, además, me tuvieron siendo bastante jóvenes; sus amigos, sin embargo, no tuvieron hijos hasta décadas después. Desde que era un recién nacido hasta bastantes años más tarde, pasé mucho tiempo rodeado de adultos tanto en este establecimiento como en el resto de locales de esta antigua fábrica de cerveza. A los camareros, por tanto, los conozco desde siempre, de hecho, todos se acuerdan de cuando pasé de tomar agua (por aquella época en esta cervecería no se vendían refrescos) a tomar cerveza. Podría contar muchas anécdotas más pero, básicamente, la razón de hacerles este pequeño homenaje es porque les guardo mucho cariño.

Cuando conocí a Luis Argeo nunca pensé que acabaría viajando con él a Fort Worth, Texas. Desde hace varios años, lleva investigando y recuperando la vida y memoria de los inmigrantes españoles que se instalaron en EEUU entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX, obreros y campesinos que apenas salen en los libros de historia contemporánea. A través de diferentes documentales y publicaciones ha conseguido recordarlos y homenajearlos, sacarlos del olvido. AsturianUS (2006) fue su primer proyecto documental como guionista, productor y realizador. Con su segundo largo documental, Corsino, by Cole Kivlin (2010), siguió la conexión asturianoamericana. En 2014 realizó junto James D. Fernández Un legado de humo que, junto a su último documental, La plomada (2017), hacen que el pasado y el presente español de Tampa (Florida) se crucen ante nuestra atenta mirada. Estas películas, además, están muy relacionadas con el libro que ambos también sacaron adelante en 2014, llamado Invisible Inmigrants, una publicación que recupera las fotografías de estas personas a través de la investigación en los álbumes familiares de sus descendientes en España y los Estados Unidos.

En 2008, Luis me llamó porque necesitaba a un cámara para grabar a Corsino Fenrnández, un migrante forzado que salió de Asturias cuando era niño por la Guerra Civil y que había regresado a su tierra en 1996 desde Fort Worth, casi sesenta años después. Volvía a viajar a España en esas fechas y Luis quería entrevistarle y recorrer su aldea natal con él. Necesitaba grabarlo todo ya que empezaba a pensar en realizar un documental sobre la historia de este hombre. Obviamente accedí, conocí a Corsino y estuvimos con él durante un par de días visitando lugares como el emplazamiento de su antigua casa o las tumbas de sus familiares.

Un año después, volamos a Texas. Fuimos tres personas: Luis como guionista, productor, realizador, coeditor y comontador, Diego Fontecha como director de fotografía, operador de cámara y sonido, coeditor y comontador, y yo como segundo operador de cámara y fotógrafo. Éramos un pequeño comando con una misión concreta a resolver en muy pocos días: desentrañar la vida, sentimientos y recuerdos del que en Asturias era Corsino Fernández y en Norteamérica Cole Kivlin. Fue una de las mejores experiencias de mi vida. El documental se estrenó en 2010, fue a festivales, se exhibió en algunas salas de cine de diferentes ciudades españolas y ha sido programado en la TPA varias noches desde entonces. Hoy en día está colgado en Youtube.

Hay bastantes momentos que me emocionan en este documental. Uno de ellos es cuando Corsino cuenta porqué su padre decidió enviarle a Francia para salvarle de la guerra. Su madre había muerto y tres de sus 12 hermanos, Julián, Jesús y Constantino, luchaban contra Franco. El primero, de 19 años, murió en combate cerca de Oviedo; el segundo fue fusilado el día de Nochebuena de 1937 tras caer Asturias; el tercero sobrevivió aunque fue encarcelado durante muchos años. Un día, en el verano de 1937, el padre de Corsino le subió a un camión. Antes de que partiera, escribió algo en un trozo de papel y se lo metió en el bolsillo de su chaqueta. En él anotó su nombre y el nombre de la casa familiar para poder facilitar su posterior regreso. Desgraciadamente, esto no ayudó a su repatriación ya que, al escribir el nombre de su casa en vez del nombre de la aldea, el destino de su vida cambió. En palabras de Corsino, “nunca le volvía a ver, pero, de corazón, no puedo culpar a mi padre. Enviándome lejos de mi casa, logró salvarme la vida y aunque no de la guerra, sí me alejó de la penuria y el hambre.”

Corsino fue embarcado en Gijón en un carbonero lleno de refugiados rumbo a Francia. Posteriormente fue trasladado de una ciudad a otra, de un pueblo a otro, de un campo de concentración a otro. En invierno de 1941 empezaron a enviar a algunos niños de vuelta a España, a aquellos que tenían las señas de su familia en orden. Al no poder identificar su aldea, Corsino fue trasladado a Marsella, en donde volvió a embarcar hacia el norte de África, a Orán concretamente. Posteriormente, desde Casablanca, un barco portugués, el Nyassa, llevó hasta Baltimore, Maryland, a numerosos judíos perseguidos de diferentes países europeos, a 17 refugiados españoles y a él. Una vez en los Estados Unidos, Corsino Fernández pasó a llamarse Cole Kivlin. Volvió a estar en diferentes ciudades por todo el país, en casas de acogida, internados, orfanatos y campamentos. En el internado de Boysville fue donde conoció a su mujer, Bárbara, una mujer de sangre india, con la que tuvo 5 hijos. En 1996, tras obtener su jubilación y ahorrar durante un año, volvió a España por primera vez desde que se fuera casi sesenta años antes.

Recuerdo también como si fuera ayer el momento en el que consiguió contactar con su familia en Asturias. Corsino tenía tres claves para volver a conectar con sus orígenes: uno, la palabra que escribió su padre en el papel y que él creía que era el nombre de su aldea: "La Güelga"; dos, el recuerdo del puente colgante sobre un río que cruzó junto a su padre antes de subir al camión; tres, una frase que escuchó en aquel transporte que iba valle arriba haciendo continuas paradas para recoger a más pasajeros. “Esto es Moreda”, dijo alguien. Aquella simple declaración se clavó en su cerebro para toda su vida y fue la pista con la que inició su búsqueda.

A su llegada a las inmediaciones de Moreda buscó el puente. No lo encontró, no pudo verlo ya que no sabía que había sido destruido por una riada décadas antes de su llegada. Ya en Moreda, aparcó en la plaza del pueblo el coche de alquiler con el que había llegado y empezó a preguntar a la gente como buenamente pudo ya que no hablaba casi castellano: “¿Dónde está La Güelga? ¿Usted sabe?” Nadie sabía de aquel lugar. La gente del pueblo, sin embargo, intentó ayudarle y le pusieron en contacto con una mujer, Julieta, que daba clases particulares de inglés. Esto le sirvió para comunicarse mejor y para indicar que se iba a quedar unos días en un hotel de Moreda. Si alguien sabía algo, podría localizarle en ese lugar. Al día siguiente se recibió una llamada en el hotel. 15 minutos después, dos mujeres llegaron al hotel. “¿Eres Corsino?”, le preguntaron. “Sí, Corsino”, respondió él. Tal y como cuenta en el documental, “me llevó algo de tiempo descubrir cómo habían dado conmigo pero esta es la historia: la tarde previa, una de las personas con las que habían hablado era una señora mayor. Esta tenía una hija que era peluquera. A primera hora de la mañana, la peluquera contaba a su primera clienta lo de ese forastero que buscaba por el pueblo a su familia. La clienta exclamó: ¡Yo sé quien es! La clienta era Maruja, una de mis primas.” A raíz de este encuentro pudo contactar con uno de sus hermanos vivos, el cual llamó al resto de la familia. Él le contó la destrucción del puente y que "La Güelga" era el nombre de la casa familiar, la aldea en la que nació siempre se llamó Castandiello.

Hace poco Luis me contó que “por desgracia, el paisano murió hace un par de años. La enfermedad que ya intuíamos durante el rodaje -¿recuerdas cómo se le iba la cabeza cuando le pedíamos que hiciera tal o cual acción, y en el tiempo en el que colocábamos un foco, o cambiábamos la lente, se olvidaba de la instrucción?-, el alzheimer, acabó con su mujer antes que con él. Recuerdo que Bárbara nos dijo que tras aquellos días de rodaje y Acción de Gracias, se lo iba a llevar al médico para que le hiciera pruebas de memoria... La memoria, qué juguetona... La persiguieron durante toda su vida, y los dos murieron sin recordar nada.” Hoy en día todavía me acuerdo mucho de Corsino. Gracias a Luis pude vivir su historia de primera mano y este relato, para mi importante, afortunadamente no se ha perdido en el olvido. Aquí os dejo algunas fotografías de esos días en Texas, de Corsino, de su archivo y de su casa. Para conocer mejor estas historias, os invito a ver y leer los documentales y libros de Luis Argeo.

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