Cada año, cada día, cada instante, es un regalo del Amor de Dios, aunque muchas veces no lo veamos así. Cada día de este año, Dios ha estado tocando a la puerta de tu vida y de mi vida, no para juzgarnos ni tampoco para obligarnos a amarle, sino para concedernos el mayor regalo que puede recibir el ser humano: su Amor Eterno, amor que es la razón de nuestro existir, amor que seca tus lágrimas y te da un nuevo amanecer. Cuando este amor entra en el corazón, entonces descubres que vivir es un regalo. En este año yo le doy gracias a Nuestro Señor y a Nuestra Madre, la Virgen María, por todo el amor que han derramado sobre mi vida y sobre la de todos.