Conservar la luz. Conservar la luz en lugar de la memoria, ese paraíso, ese daño. Hay un malentendido entre ambas realidades: son distintas, incapaces de convivir, de conjugarse. Existen aisladas, persisten, pero no se comunican. Ambas son espejos negros. Cuerpos gravitantes que atrapan la vida. Nosotros colgamos, jirones, mecidos por el recuerdo, ahítos de luz; nosotros somos la oscuridad. Conservar la luz. Atraparla en cada imagen, más allá de la lente transformarla, inventar un prisma, adivinarla. Por cada parpadeo un misterio. La memoria enloquecida cuando cae la noche y aquello que pensábamos vivir y todo el vértigo. La luz es la mentira. El camino que recorremos hasta ella es tan negro como fondo de mar. La luz, cuando se nos derrama encima, histérica visibilidad la de las mañanas, hiperrealismo eléctrico al bajar la tarde. La memoria, la confusión. Estallido de voces, corazón algebraico, fantasía de haber vivido, de haber palpado, en ese momento lejano del horizonte, en ese segundo remoto, con sigilo, al borde del bosque, en la carretera sola, el lomo verde intenso de la luciérnaga, la extraña fluorescencia, la única verdad, ya mortecina.
Lara Moreno